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Comte, Augusto (1798-1857).
Filósofo positivista francés, y uno de los pioneros de
la sociología. Nació en Montpellier el 19 de enero de 1798. Desde muy
temprana edad rechazó el catolicismo tradicional y también las doctrinas
monárquicas. Logró ingresar en la Escuela Politécnica de París desde
1814 hasta 1816, pero fue expulsado por haber participado en una revuelta
estudiantil. Durante algunos años fue secretario particular del teórico
socialista Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, cuya influencia
quedaría reflejada en algunas de sus obras. Los últimos años del pensador
francés quedaron marcados por la alienación mental, las crisis de
locura en las que se sumía durante prolongados intervalos de tiempo. Murió
en París el 5 de septiembre de 1857.
Para dar una respuesta a la revolución científica, política e
industrial de su tiempo, Comte ofrecía una reorganización
intelectual, moral y política del orden social. Adoptar
una actitud científica era la clave, así lo pensaba, de cualquier
reconstrucción.
Afirmaba que del estudio empírico del proceso histórico, en
especial de la progresión de diversas ciencias interrelacionadas, se
desprendía una ley que denominó de los tres estadios y que rige el desarrollo
de la humanidad. Analizó estos estadios en su voluminosa obra Curso de
filosofía positiva (6 vols., 1830-1842). Dada la naturaleza de
la mente humana, decía, cada una de las ciencias o ramas del saber debe pasar
por "tres estadios teoréticos diferentes: el teológico o estadio ficticio;
el metafísico o estadio abstracto; y por último, el científico o
positivo". En el estadio teológico los acontecimientos se explican de un
modo muy elemental apelando a la voluntad de los dioses o de un dios. En el
estadio metafísico los fenómenos se explican invocando categorías filosóficas
abstractas. El último estadio de esta evolución, el científico o positivo,
se empeña en explicar todos los hechos mediante la aclaración material de las
causas. Toda la atención debe centrarse en averiguar cómo se producen
los fenómenos con la intención de llegar a generalizaciones sujetas a su vez a
verificaciones observacionales y comprobables. La obra de Comte es considerada
como la expresión clásica de la actitud positivista, es decir, la actitud de
quien afirma que tan sólo las ciencias empíricas son la adecuada fuente de
conocimiento.
Cada uno de estos estadios, afirmaba Comte, tiene su correlato en
determinadas actitudes políticas. El estadio teológico tiene su
reflejo en esas nociones que hablan del Derecho divino de los reyes. El estadio
metafísico incluye algunos conceptos tales como el contrato social,
la igualdad de las personas o la soberanía popular. El
estadio positivo se caracteriza por el análisis científico o
"sociológico" (término acuñado por Comte) de la organización política.
Bastante crítico con los procedimientos democráticos, Comte anhelaba
una sociedad estable gobernada por una minoría de doctos que empleara
métodos de la ciencia para resolver los problemas humanos y para
imponer las nuevas condiciones sociales.
Aunque rechazaba la creencia en un ser transcendente, reconocía Comte
el valor de la religión, pues contribuía a la estabilidad social. En
su obra Sistema de Política Positiva (1851-1854; 1875-1877), propone
una religión de la humanidad que estimulara una benéfica conducta social. La
mayor relevancia de Comte, sin embargo, se deriva de su influencia en el
desarrollo del positivismo.
POSITIVISMO
Consiste en no admitir como validos científicamente otros conocimientos,
sino los que proceden de la experiencia, rechazando, por tanto, toda noción a
priori y todo concepto universal y absoluto. El hecho es la única
realidad científica, y la experiencia y la inducción,
los métodos exclusivos de la ciencia. Por su lado negativo,
el positivismo es negación de todo ideal, de
los principios absolutos y necesarios de la razón, es decir, de
la metafísica. El positivismo es una mutilación de
la inteligencia humana, que hace posible, no sólo, la metafísica,
sino la ciencia misma. Esta, sin los principios ideales, queda
reducida a una nomenclatura de hechos, y la ciencia es una colección
de experiencias, sino la idea general, la ley que interpreta la
experiencia y la traspasa. Considerado como sistema religioso, el
positivismo es el culto de la humanidad como ser total y simple o singular.
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Ley de los tres Estados.
Según Comte, los conocimientos pasan por tres estados teóricos
distintos, tanto en el individuo como en la especie humana. La ley de
los tres estados, fundamento de la filosofía positiva, es, a la vez,
una teoría del conocimiento y una filosofía de la historia.
Estos tres estados se llaman:
- · Teológico.
- · Metafísico.
- · Positivo.
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Estado Teológico:
Es ficticio, provisional y preparatorio. En él, la mente busca las
causas y los principios de las cosas, lo más profundo, lejano e inasequible.
Hay en él tres fases distintas:
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Fetichismo: en que se personifican las cosas y se les atribuye
un poder mágico o divino.
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Politeísmo: en que la animación es retirada de las
cosas materiales para trasladarla a una serie de divinidades, cada
una de las cuales presenta un grupo de poderes: las aguas, los ríos,
los bosques, etc.
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Monoteísmo: la fase superior, en que todos esos poderes divinos quedan
reunidos y concentrados en uno llamado Dios.
En este estado, predomina la imaginación, y corresponde a
la infancia de la humanidad. Es también, la disposición primaria de
la mente, en la que se vuelve a caer en todas las épocas, y solo una lenta
evolución puede hacer que el espíritu humano de aparte de esta concepción para
pasar a otra. El papel histórico del estado teológico es irremplazable.
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Estado Metafísico:
O estado abstracto, es esencialmente crítico, y de transición, Es una
etapa intermedia entre el estado teológico y el positivo. En el se
siguen buscando los conocimientos absolutos. La metafísica intenta explicar la
naturaleza de los seres, su esencia, sus causas. Pero para ello no recurren a
agentes sobrenaturales, sino a entidades abstractas que le confieren su nombre
de ontología. Las ideas de principio, causa, sustancia, esencia, designan
algo distinto de las cosas, si bien inherente a ellas, más próximo a ellas; la
mente que se lanzaba tras lo lejano, se va acercando paso a paso a las cosas, y
así como en el estado anterior que los poderes se resumían en el concepto de
Dios, aquí es la naturaleza, la gran entidad general que lo sustituye; pero
esta unidad es más débil, tanto mental como socialmente, y
el carácter del estado metafísico, es sobre todo crítico y negativo,
de preparación del paso al estado positivo; una especie de crisis
de pubertad en el espíritu humano, antes de llegar a la adultes.
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Es real, es definitivo. En él la imaginación queda subordinada a
la observación. La mente humana se atiene a las cosas. El positivismo
busca sólo hechos y sus leyes. No causas ni principios de las esencias o
sustancias. Todo esto es inaccesible. El positivismo se atiene a lo positivo, a
lo que está puesto o dado: es la filosofía del dato. La mente, en un largo
retroceso, se detiene a al fin ante las cosas. Renuncia a lo que es vano
intentar conocer, y busca sólo las leyes de los fenómenos.
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